Tuesday, September 23, 2008

El eneagrama, el heptagrama y yo (parte 2)


 

Continúo con el tema de la semiología.

En el artículo pasado mencioné quizá, los 3 principios más grandes que encontré ahí: perdonar y perdonarme, no querer nada para saber qué quiero y dejar de ser marcial para moverme a la jovialidad.


 

Necesito perdonar y perdonarme.

Mencioné que aun cargo con nueces muy añejas que no me dejan sacar la mano de la botella para usarla en cosas más útiles. Tiré una muy pesada en Moroleón Gto. En fin. Las que me quedan van más allá de solo soltarlas. Traigo una muy difícil, que es perdonarme a mí mismo de ser como soy. Anoche repasé un examen psicométrico de los que se hacen en la empresas para ver si uno "sirve o no" (el Cleaver). Ahí muestro cómo me gustaría ser, así sin más: valemadrista. Para llegar a ello debo enfrentar algunos fantasmas, unos ya medio difusos, otros aún presentes en mis sueños:


 

  • El fututo. El futuro me aqueja, me descompone, porque estoy tratando, frenéticamente, de controlarlo, cuando ni siquiera sé si existe. He ahí el punto: si ni siquiera sé si existe, ¿qué caso tiene tratar de controlarlo? Lo que importa es el presente, hoy martes… es lo único seguro, concreto y palpable. Así que… ¿debería realmente "soltar" el futuro?
  • La responsabilidad: caray, estoy rodeado de gente irresponsable, y más que irresponsable, gente a la que no le importa equivocarse. Gente que tiene los medios para hacerlo sin que le pase nada, ¡NADA! Ahí está el jefe, ahí están mis hermanos, Jorge, ¡todos! ¿Por qué me preocupa tanto ser perfecto, tener todo en tiempo y forma?, quizá porque cuando me he equivocado, a mí sí me ha costado. Lo acabo de ver: cuidado con no cumplir UNA expectativa de un alumno porque te acordarás de él toda tu vida Ricardo…
  • Otra responsabilidad: no soy el único hijo de esta ¿"familia"?, ni mucho menos el marido de mi madre. ¿Porqué me he convertido precisamente en eso? Yo lo he permitido.
  • Tengo miedo de muchas cosas. De conocer gente, de hablar, de esperar algo de los demás. Todos esperan algo de mí, pero yo de ellos, ni hablar.

Creo que son mis principales "a perdonar" de mi mismo. Cosas sobre las que debo cambiar mi perspectiva, verlas de otra manera. En el eneagrama por ejemplo, precisan los autores en la necesidad de observarme en cada ocasión que caiga en uno de estos vicios para que, en la medida en la que me "chache" haciéndolos, analice el porqué de mis caídas. Lo haré… ya escribiré sobre lo que vaya viendo.


 

Continuará…

Thursday, September 18, 2008

El eneagrama, el heptagrama y yo (parte 1)

En estos días me encuentro sumergido en una de las reflexiones más profundas que he tenido que enfrentar en mi vida, dando la cara quizá a la pregunta más difícil: ¿qué voy a hacer conmigo de ahora en adelante?

Se juntan varias piezas, que francamente, no las vi venir, al menos no todas juntas:

  • Con más de 40 años de edad, el campo laboral se ha convertido en más que un campo, en un cementerio. Soy casi un cadáver para las empresas.
  • Mi carácter de marcial ya no da para más. Es demasiado grande la carga que llevo tratando de proveerme lo que quiero…y tratando de proveer a los demás de lo que esperan de mí. El querer controlar mi derredor es ya insoportable.
  • El esperar algo de los demás, de mí mismo y de Dios es un mero espejismo. He cosechado frustraciones como nunca en mi vida.

Enfrento todo esto como consecuencia de varios eventos: la semiología, el eneagrama, deudas, enfermedades graves y desilusión por vivir. ¿Por qué no me conformé con la carrera de ingeniero, viendo el futbol los fines de semana, llevando mentalmente la estadística con una cerveza en las neuronas? No, tenía que complicarme la vida, leyendo, aprendiendo y lo peor de todo, reflexionando sobre lo que veo, lo que vivo, lo que dejo de vivir, lo que me hace feliz y hasta sobre lo que sufro.

Es ya desgastante. Ya no puedo ni quiero seguirlo haciendo…pero ¿qué digo?, es justo lo que estoy haciendo. La realidad es que no puedo dejar de hacerlo.

Quizá la respuesta es hacerlo de una manera positiva, constructiva, no solo de negación ante los sucesos, sino de construcción ante nuevas opciones de vida. Manos a la obra.


 

En la semiología he visto pasar varias cosas, desde ejercicios prácticos hasta reflexiones sobre mi propia muerte. Hay que empezar con varias reflexiones a la vez, pero en orden:

  • Necesito perdonar y perdonarme. Cargaba aun nueces de hace más de 20 años. Al fin las dejé ir, qué bueno que pasé por Moroleón la semana pasada. Ahí empezó todo y ahí mismo lo pude terminar. ¿Ya se acabaron los perdones? No, para nada, pero quizá ese era el más pesado. Mi propio perdón está avanzado, pero el ser como soy aun necesita de ciertos cortes…con sangre, no hay de otra.
  • Necesito no querer nada para saber qué quiero. ¿Qué haría gratis, así, sin que me pagaran? Hace unos días escuche en mi casa de Querétaro algo parecido. Si quiere uno salir adelante es cosa de dejar de ser quien se es y empezar de cero. Duro, pero solo así…ha coincidido mucho esto en los últimos días, hasta en la película de Moliere: si no lo has hecho, invéntalo.
  • Necesito dejar de ser marcial para moverme a la jovialidad. Esto significa renunciar al control, renunciar al orgullo que me ciega y moverme hacia el disfrute de lo más simple de esta vida.


 

Continuará…


 

Wednesday, September 17, 2008

Hace unos días para muchos resultó quizá, hasta conmovedora, la marcha que se realizó en forma de protesta ante la ola de inseguridad y secuestros que se viven en el país. Como idea para llamar la atención de las autoridades resultó en cierta manera efectiva, ya que a raíz de ella surgieron varios compromisos de gobierno y personales alrededor de la nación.

Reflexionando sobre ello, añadí a mis pensamientos algo que no resulta para nada nuevo, pero que me hizo profundizar en el verdadero origen de los problemas de “inseguridad” a los que se reclama solución pronta.

Tomé algunos días para viajar de la Ciudad de México a Morelia y regresar vía Querétaro, para recorrer las autopistas de cuota en las respectivas rutas. Observé el comportamiento de quienes condujimos por esas vías en esos días y es de llamar la atención como nadie respeta nada, absolutamente nada: ni límites de velocidad, ni sentidos de dirección, zonas inseguras para rebasar, en fin. En los poblados (y vaya, en las ciudades tampoco), los semáforos parecen de adorno. Es casi un insulto para los demás el que uno respete la luz roja.

Menciono esto porque la impunidad no nace en las policías ni en las autoridades que se alían con los narcotraficantes o secuestradores. La impunidad nace en cada uno de nosotros y en la educación que recibió, y no en la de la escuela (también ya por demás señalada), sino en la que se recibe en casa.

Si nunca se enseñó a que el respeto por los demás empieza por respetarse a uno mismo, respetando señales de tránsito para a su vez, respetar la vida, ¿qué se puede esperar de una sociedad en su conjunto, que no valora la vida? La ley de “pasar rápido y antes que cualquiera” impera por donde sea en este país. Así que, ¿la marcha no debió empezar por el hogar de cada uno de los mexicanos, enseñando a respetarse y a respetar? Esto es un problema de cultura, de valores, de raíces y formas de pensar, no de exigencias para que las autoridades y las policías examinadas con “pruebas de confianza” ahora se porten bien.