He estado muchos días sin escribir algo, pero sí pensando mucho en ello.
Tengo en la mano esperando escribir sobre lo que me ha tocado ver en estos días: esperanza, desilusión, motivaciones diversas.
La desilusión tan profunda que sentí en noviembre empieza a desvanecerse. Lo curioso es que ya no siento eso, pero si cierta… cierto valemadrismo ante las cosas. Es una mezcla rara entre eso, el que las cosas me valgan gorro y eso que se siente cuando ya no esperas ni la más leve sonrisa de la vida.
No me aterroriza. Quizá estoy empezando a entender lo que siempre he querido saber hacer: esperar nada, cero, ni lo más mínimo. Eso me arrastra a entender, por enésima ocasión, que depende de mí, nada más de mí.
En el curso de semiología de la felicidad, se habló que eso, el ser feliz, depende de la creatividad que uno le asigne a la vida propia. Estoy empezando a entenderlo… espero que al aplicarlo me salga bien.
Quisiera seguir despotricando sobre reacciones y actitudes que he tolerado en los últimos días, pero me doy cuenta que ello no me lleva a nada, a nada. La vida se encargará, y por donde más duele, así como en estos días he tenido que pagar mi propia cuenta, por lo hecho y lo omitido también.
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