Tuesday, October 11, 2005
Agua y Cirio
Hoy escribo sobre el detalle aquel del agua y el cirio, ejercicio que me solicitara Carlos durante mi proceso de sanación.
Ese día en la terapia recuerdo que lloré ante la ola de recuerdos que vinieron a mi mente: que si yo era culpable, que si debí hacer más de lo que hice, que si debí ponerme de tapete para que me pisara -incluso- a fin de que no se fuera, etc. Es increíble la cantidad de cosas que uno piensa estando enamorado...se pierde la objetividad de la vida, el control de la mente y por supuesto, de uno mismo.
Me gustó mucho la sesión, recapitulé algunos aspectos positivos de la relación de la que iba saliendo y claro está, también algunos no tan positivos. De tarea, Carlos me pidió que leyera dos salmos de la Biblia, con una vela encendida y un vaso con agua al lado de la misma.
El ejercicio lo hice una noche después, en domingo, ya que saliendo de la terapia fui a Querétaro a ver como iba la instalación del piso de mi casa. Esa noche, encendí el cirio pascual que acostumbro tener cerca de mi cama y me di a la tarea de leer los salmos solicitados (el 15 y el 75). Ya con el vaso con agua listo, fui descubriendo lo que Dios me decía para aquel momento crucial de mi vida. Descubrí un amor inmenso, un aliento fresco que me decía “no temas, yo me encargaré”.
Sentí un respiro, un “vamos, levántate, no pasa nada, estás sano y eres libre ya” como nunca en mi vida. Fue impresionante. Así me sentí, liberado, limpio, sanado de todo aquello. Sentí como Jesús realmente me llevaba en su regazo...
El ejercicio no terminó con la lectura: al día siguiente había que tomar el agua al despertar, así que el lunes por la mañana eso hice. Y que tal, que el agua fue dulce como la que más.
El sábado siguiente le comenté esto a Carlos. Se llenó de sorpresa al saber que el agua me supo dulce. Si...me comentó, que eso significa que Dios me tiene en especial cuidado, en suma consideración entre sus hijos...no saben como lloré ante tal respuesta, aún ahora que escribo estas líneas me lleno de esa misma emoción, porque así me sentí, me sentí parte de esa liberación, de ese amor y consideración infinitas: efectivamente, Dios me ama.
Comenté a Carlos otro detalle. Cuento en mi habitación con una imagen de la Virgen de San Juan de los Lagos, que apareciera hace unos años en lo que dejara una de mis tías (hermana de mi mamá) en su casa luego de morir. Cuando mi mamá trajo esta imagen a casa le pedí que me la diera. Presentaba cuatro milagros en forma de corazón (en oro) a su cuello. Había ya concedido milagros sin duda. Esta imagen fue testigo de cómo confié en que el encarcelamiento de alguien resultara en libertad, y así fue. Así que ahora la liberación sería para mí -le había pedido ya en alguna ocasión y vaya que me ha escuchado. Tuvo todo que ver en el agua de aquella aquella mañana.
Con todo ello llegamos a la segunda parte del ejercicio. Ahora había que agradecer a quien me hizo llegar esta imagen. Carlos me sugirió que regalara flores a mi mamá, las que más le gustaran a ella. Sin dudarlo supe que serían azucenas blancas. Se las hice llegar un par de días después, teniendo en mente cuánto la quiero y cuánto sin saber, había ayudado a mi proceso de liberación.
Dios es tremendo...bien sabía que debía pasar por todo ello para estar como estoy ahora, para poder disfrutar como disfruto ahora, para poder sentir como siento ahora.
Llegaron a mi mente palabras sabias de alguien a quien admiro (sí, Héctor): Dios nos da lo que necesitamos, no lo que queremos. Y qué bueno que así sea, lo celebro ahora.
Feliz jueves :D
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