Thursday, October 27, 2005

Carta


Qué tal Ricardo, ¿cómo estás?

Esta noche te escribo ante incesantes recuerdos que llegan a mi memoria sobre tí. Trato de hacer un resumen de lo que fue nuestro noviazgo y me encuentro con palabras que quiero compartir contigo.

Me rescataste de una soledad oscura, de una soledad en la que me hundía creyendo yo que sin remedio. Tenía miedo, tenía a la gracia de la vida lejos de mí...hasta que en aquel marzo coincidimos en el cine y en aquella cena de festejo. Esto es lo que ahora tengo para agredecerle a Dios, que apareciste justo en el momento, justo en la noche en la que más le pedía que me ayudara.

No pierdas el encanto de aquella noche, la frescura con la que apareciste y me dejaste conocerte. No pierdas esa honestidad que te distingue, ni la transparencia con la que te conduces. Me atrapaste igualmente con esa fidelidad y entrega que me diste.

Estoy lejos ahora, envuelto en un recuerdo que no sé si retornará a la realidad. Te veo tan lejos, tan apartado ya de mí...que no puedo más que llorar. Lo he hecho muchas veces, tratando de recuperar lo que dejé irse contigo.

Perdóname, perdona esta incapacidad mía para mantener vivo lo que nos unía, para mantener ese amor que nos tuvimos. Perdóname por no saber amarte como te mereces, perdóname por dejar que el miedo me venza y sea más fuerte que yo.


Sí, perdimos los dos, pero perdí más yo, porque tú podrás volver a amar a alguien como me amaste a mí; pero a mí, no me amarán como me amaste tú.


Que Dios te bendiga, sigue compartiendo tu corazón y déjate envolver del amor de quien sí quiera tener el tuyo.


Un beso, buenas noches gordi.

J. G.

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